Thursday 12 July 2012

Otro día más...



Siempre me he sentido orgullosa de mí misma por saber llevar mi enfermedad.
Miro a mis enanos de 15 y 12 y vuelvo a recordar porqué los tuve cuando los tuve y que siempre supe desde los 16 que un día mi cuerpo dependería de una maquinita para poder sobrevivir.
Hoy tengo 37 y por primera vez en mucho tiempo el futuro se presenta incierto.
Es verdad que la cita del próximo martes con la coordinadora de trasplantes no es más que el primer paso y la primera prueba de muchas que tal vez le sigan, pero no puedo evitar estar nerviosa y pensar en ello más de lo que quisiera.
Por otro lado me siento egoísta, tengo mucha suerte de tener una persona a mi lado que se ha ofrecido para donarme un órgano. Y a pesar de todo, tengo miedo.
Son tantas las cosas y situaciones que se pasan por mi cabeza estos días que tengo ratos buenos y ratos malos y no puedo evitarlo.
Recuerdo a mi abuela, a mi padre y su etapa de diálisis y después de trasplantado, también pienso mucho en mi tía, aún en diálisis tras más de diez años, ella sí que es un gran ejemplo,
No sé si yo sería capaz de encajar algo tan duro como lo que le tocó a ella vivir.
Después de estar en diálisis, recibir la esperada llamada para un posible trasplante, entrar a quirófano con la esperanza de que tu vida va a cambiar y salir del quirófano con la herida y con la noticia de que lamentablemente no han podido encontrar una vena en condiciones para poder enganchar el nuevo órgano y por lo tanto lo único que te queda para el resto de tu vida es la diálisis.
Y a pesar de todo sigue sonriendo y viviendo su vida tan bien como puede, con alegría y esperanza.
Por algo dicen que es lo último que se pierde…
Regreso al martes que viene y pienso qué pasa si al final mi marido no es compatible conmigo… la verdad es que siempre nos queda la esperanza de un trasplante cruzado.
Y qué pasa si yo no soy candidata para un trasplante? No puedo olvidar que a mí aún no me han hecho todas las pruebas…
Hablando con mi madre anoche, la pobre encima de que la tengo tan lejos, me decía, mira hija que yo te doy un riñón si hace falta, de verdad.
Qué difícil recordarle a una mujer que perdió a su marido con 52 años apenas que eso no sería justo pues tiene tres hijos y los tres tenemos la misma enfermedad y los tres terminaremos en el mismo sitio tarde o temprano.
En fin… hoy no es un gran día…
A ver si las cosas van sucediendo y poco a poco puedo comenzar a ver con más claridad qué futuro me espera.

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