Saturday 8 May 2010

PUNTO DE INFLEXIÓN

La primera vez que vio el Larimar, Nelson era apenas un niño, y se sintió inmensamente feliz ante la posibilidad de trabajar para mantener su recién estrenada familia. Su mujer y su futuro hijo eran todo para él.

La mina no era más que un intrincado laberinto de túneles, abiertos en los abismos de la Sierra Bahoruco, sembrados de primitivas escaleras por las que descendían a diario los trabajadores. Jóvenes, haitianos en su mayoría, vestidos con apenas un pantalón, descalzos y desprotegidos que se arrastraban hasta lograr arrancar pedazos de la veta escondida en las entrañas de la tierra. Pedacitos bañados de sudor y lágrimas, azules como el cielo, que aumentaban su valor cuanto más intenso era su tono.

Todos los días había que encender el compresor para airear los túneles y esperar al menos seis horas para que expulsara del mismo los mortíferos gases. Nelson siempre peleaba, avisando a los muchachos que, si no respetaban los tiempos, llegaría el día que un puñado de ellos no volverían a ver la luz del sol.

La última vez que vio el Larimar, adornando en forma de lágrima los ataúdes de un gran número de compañeros, lloró. La rabia y la impotencia se convirtieron en congoja y apenas le permitían respirar. Fue entonces cuando Nelson decidió que ya había tenido suficiente.

2 comments:

  1. Hola Evita que chulo ya no te tengo que perseguir jajaja.

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  2. jajajaja ya me tienes fichada, qué rápida eres!!! un besazo

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