Saturday 8 May 2010

EL ÉXITO

- Este pueblo nunca cambiará Felipe. Viejas chismosas y gente con mucho tiempo que perder, ¡me cago en la sota de bastos!

Entra Julián en este momento por la puerta con el pan recién comprado, huele delicioso. El portazo ya no me sorprende. Yo le quiero igual. A pesar de que su humor últimamente no es el mejor. Aunque no deja de intentar seguir con su rutina ya ni sus viajes a la panadería parecen gustarle, no regresa con la alegría que lo hacía tiempo atrás.
Me acerco a él y espero paciente a que parta un trozo de pan y me lo regale.

- Ayyy Felipe, ya ni Rosita quiere hablarme. ¿Qué culpa tendré yo? Yo sólo quiero portarme bien y que no le hagan daño. No meterla en líos y mantener su buen nombre, pero ni ella atiende a razones. ¡Leches! no puedo evitar añorar aquellos días en que la visitaba y me sonreía, con los ojos brillantes y alegres. Es que sólo había que verla menearse detrás del mostrador…
¡Qué recuerdos! Desde que nos descubrimos un día cualquiera de esos que yo fui a su tienda a comprar el pan ya nada fue igual. Nuestros ratos de gozo a escondidas eran increíbles. Dos mozos, Felipe, igual que dos mozos estábamos de felices. Pero luego tuvieron que llegar todas estas gentes de mentes estrechas y estropearlo todo…

Mientras devoro el pedazo de pan que acaba de regalarme le observo moverse por la vieja casa refunfuñando. Está enfadado. Enciende la chimenea y continúa maldiciendo a estos y aquellos, a la vieja de la esquina y hasta al párroco del pueblo.

- Menudo éxito el mío Felipe. Ahora tengo fama de cabrón o de gilipollas, el caso es que no sé cuál es peor. Yo viudo, ella viuda y no nos pueden dejar en paz.

Acaricia mi cabeza, el último cigarro encendido queda olvidado a medias en el cenicero, sentado en su vieja silla, parece dormitar. Yo sé que está pensando. Su mirada perdida y el silencio acompañan el vaivén acompasado de la mecedora.

Al rato se levanta y fiel salgo con él a la puerta, la garrota y la chaqueta le acompañan en su salida. Me recuesto sobre mis patas junto a la gran piedra al frente de la casa a esperar su regreso. Una última caricia y le escucho decirme:

- ¿Sabes qué Felipe? A la mierda toda la gente. Voy a devolverle la sonrisa a mi Rosita.

No comments:

Post a Comment