Tuesday 18 May 2010

ESQUIZOFRÉNICO

Arrastra los pies con pesadez. Camina sobre las baldosas, marcando una línea imaginaria que recorre arriba y abajo, igual que algún animal marino arrastraría sus ventosas sobre la arena del mar.
Fuma con avidez, intensamente, mientras su hermana se pregunta si no sería capaz, si pudiera, de comerse el cigarrillo. Está nervioso y apenas alcanza a comprender qué ha hecho que sea tan malo. Su otrora dulce y cariñoso hermano vive sólo en su recuerdo. No quedan lágrimas que derramar por el ser amargado y hostil que tiene frente a sí misma.
Esta vez no ha sido grave, no es que haya vuelto a pegar a otra persona, ni siquiera ha gritado a la gente por la calle, no ha escupido como otras veces incesantemente en un mismo lugar, ni se ha enfrentado a nadie… esta vez tan sólo ha roto, desbaratado y esparcido todos los tesoros de la niñez de su madre. La mujer que llora, desconsolada, cuando al fin la encuentra en su habitación.
Esparcidos sobre la cama están sus recuerdos. Aquella servilleta que bordó en el colegio, algunas fotos, entradas de cine, el cilicio que le regalaron las monjas y el escapulario de las Carmelitas al que tanto cariño tenía. Todo hecho añicos.
No puede dejar de admirarla cuando él entra de nuevo en el cuarto y le pide perdón. Es un vivir sin vivir. Un día a día agotador y extenuante encargándose de un hombre que siempre será un niño. Pero ella siempre tendrá un beso, una caricia o una sonrisa para él. Y es así como los recordará. Queriéndose a pesar de todo.

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