Tuesday 25 May 2010

EL VIDRIO

Soñaba el artesano intensamente, quizás recordaba el día pasado, la colocación de su última creación en la hermosa cúpula, o el atardecer en aquel mágico lugar donde la unión entre la naturaleza y lo divino era casi perfecta.

Enfrentaba ahora un incierto futuro, su vida cambió mucho desde que dejó Persia. Todos temían que su país fuera invadido por los turcos Otomanos. Un nuevo lugar donde progresar y ser feliz, era cuanto deseaba. Cuando aceptó aquel trabajo en el reino de Granada le pareció haberlo encontrado. Hoy ya no estaba tan seguro.

Aún dormido, se sobresaltó al escuchar fuertes golpes, por un momento soñó que sus creaciones caían todas contra el piso haciéndose añicos. Agradeció a Alá, al darse cuenta de que los ruidos en realidad venían del exterior de su casa.
Alguien llamaba insistentemente. ¡A buenas horas me buscan! Pensó, mientras caminaba adormilado hacia la puerta y gritaba ligeramente malhumorado: ¡Ya voy! Sus ojos, aún entrecerrados, despertaron al instante al identificar a la persona que llamaba.
Era uno de los guardias personales del sultán.
¡Vístete deprisa, el mismísimo Sultán te reclama ante su presencia! le dijo.

Salió lo antes que pudo, nervioso, recordando aún su sueño y divagando sobre lo que podría haber ocurrido para que su señor, el sultán Mohamed V, le mandara llamar a esas horas de la madrugada.
Durante el corto trayecto que separaba su residencia del Palacio e imaginando lo peor, recordaba a su padre. Casi podía escucharle relatar de nuevo, orgulloso, cómo el vidrio había sido descubierto. Unos marineros fenicios, vertieron sin querer nitrato potásico sobre la arena de una playa rica en sílice y ante sus sorprendidos ojos éste se convirtió en una lámina traslúcida al instante. Los vitrales no tenían secretos para él, conocía las técnicas que le permitían superponer dos capas de vidrio sobre un fondo incoloro para aplicar un revestimiento de color. Metales diluidos y poco más, un secreto para muchos, conocimiento heredado para él.
En esos momentos pensaba en tiempos lejanos, cuando aprendía que la luz es el símbolo de la unidad divina, que su trabajo era simplemente transformar la materia que estaba modelando en una vibración luminosa y no otro.

Con sus juegos de colores, lo que él había intentado plasmar era cómo los varios elementos decorativos se modificaban al recibir la luz reflectada a través de sus vidrios.
Comenzaba a dudar de que la elección de los colores hubiera sido la acertada, siquiera las formas…

¿Qué pasaría si el sultán al sentarse en su trono, con su reino por testigo, no disfrutara del conjunto que para sus ojos había creado?
Perdido en aquellos pensamientos, sin darse cuenta, atravesaba ya el Patio con la Fuente de los Leones y se acercaba al salón donde se encontraba el mirador de la cúpula.
Vio al sultán, su señor, sentado en el piso, a la altura del ventanal y observando atentamente su trabajo. Supo a ciencia cierta que el Sultán tenia ya su opinión y que nada podía hacer o decir para cambiarla, en el último instante antes de que su soberano se incorporase para hablarle, se encomendó a Alá esperando que las palabras que salieran de su boca fueran buenas para él.

Artesano, dijo el Sultán, nunca antes mis ojos habían contemplado tanta belleza, ni había la luz coloreado a su antojo mi persona para mi deleite. Te hice llamar para agradecerte semejante regalo. Desde hoy serás Maestro vidriero de mi reino, crearás una escuela donde otros puedan aprender. Puedes retirarte.

Maestro vidriero, mi propia escuela… abandonó el hermoso Palacio tras agradecer a su majestad la recompensa y sonrió feliz al amanecer, mientras su pensamiento viajaba en el tiempo y el espacio a su tierra, a su padre, a quien estaría eternamente agradecido por todo lo que le había enseñado, el arte del vidrio.

Cuenta la leyenda que desde entonces el Mirador de la Daraxa se convirtió en el lugar favorito de retiro del sultán, donde se deleitaba escuchando música, mirando el Albaycín, acompañado de su favorita. El lugar donde la sensualidad de la Alambra, cobraba vida.

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