Tuesday 25 May 2010

EL ENIGMA

¿Y cómo llegó esa cruz al mapa? Preguntaron...

Veréis, os contaré...

- Y el canto de las sirenas nos poseyó a todos. Peleábamos fieramente unos y otros y terminamos hundiendo el navío en las profundidades del mar. Sólo yo encontré la manera de salvarme.

Las enigmáticas palabras del moribundo recién recogido del océano como escupido de sus profundidades en medio de la nada, le atraparon aún antes de ser pronunciadas.
Se retiró a su camarote y junto a su vieja amiga y confidente se dedicó a estudiar el mapa.
¿Sería cierto? ¿Sirenas? ¿En su Mar? ¿Aquel que él conocía como la palma de su mano?
Su amiga la botella de ron le acompañó los escasos metros que separaban el escritorio del camastro. Había sido una jornada larga y agotadora, se dejó caer con las botas puestas y en sueños zarpó en busca de las sirenas malditas.
Los ruidos y gritos le despertaron. Aún mareado subió a cubierta en un par de zancadas y lo que vio le pareció un esperpéntico juego de su imaginación, producto de su media borrachera.
Sus hombres no peleaban ni siquiera unos contra otros, sino que se abatían cada cual a sí mismo, mientras sonaban hermosos cantos en el aire que envolvían junto a la densa niebla el barco.
En vano gritó, intentando poner orden. En ello estaba, cuando ante sus ojos se materializó salida de la nada la más hermosa de las mujeres. El viejo diablo situó su afilada espada entre ambos mientras se juraba maldiciendo que no se dejaría engañar. El mar no había podido con él en todos aquellos años y menos podría una mujer.
Durante el tiempo que llevaba en cubierta gritando y mirando a sus bravos hombres descubrió el secreto de las sirenas, la respuesta al enigma del moribundo. Supo que si sus pieles se tocaban o tan solo rozaban con la de aquellas apariciones, la locura haría presa de ellos. Como pudo se lo hizo saber a los pocos hombres que le quedaban con vida y a filo de espada, unidos y con el miedo impregnado en el alma, sacaron el maltrecho navío de la niebla, camino de mar abierto, la libertad.
Alejándose para siempre de ellas.
Así fue como la cruz roja marcó para siempre el hogar de las sirenas malditas en el mapa.
-Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh sonó en la habitación cuando el abuelo terminó de contar la historia.
Con una sonrisa besó a sus nietos en la frente, consciente de que aquella noche, ellos navegarían en sus sueños cual bravos piratas por el ancho mar.

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